Miguel Zúñiga

La sala de Schinkel

Miguel Zúñiga
15 – enero – 2023

Hablar de Berlín es hablar de arte y arquitectura. Paseando por sus calles, parques y plazas la ciudad se presenta por sí misma: aquí se intersecta el tiempo. Las marcas de sus orígenes y transformaciones son, en muchos casos, evidentes ante la mirada sensible de quien se interesa por su historia.

En el corazón de la ciudad, la isla donde se asentaba la ciudad fundacional de Cölln se ha transformado en la Isla de los Museos –Museumsinsel–. Los orígenes de su composición urbana y arquitectónica actual datan de principios del siglo XIX. El rey de Prusia Friedrich Wilhelm III, apoyado de los hermanos Alexander y Wilhelm Von Humboldt y de otras importantes personalidades, desarrollaron un nuevo concepto para la ciudad basado en el humanismo, el saber y el arte. Una de esas personalidades fue el arquitecto y pintor Karl Friedrich Schinkel (1781-1841), quien se encargó de transformar dichos ideales humanistas en manifestaciones visuales y arquitectónicas.1

Schinkel es el autor del Altes Museum –Museo Antiguo otrora Museo Real–, construido entre 1923 y 1930. Fue el primer museo de la isla y el primer esfuerzo de la burguesía y el gobierno prusiano por hacer accesible el arte a la población –fiel reflejo de los ideales de educación de W. Von Humboldt–. Este edificio, proyectado con claras referencias clásicas, se emplaza junto al jardín de recreo Lustgarten y, a su vez, lo consolida como el centro de convergencia de los principales poderes e ideales de la ciudad: flanqueado al este por la Catedral, al sur por el Palacio de Hohenzollern, al oeste por el arsenal Zeughaus y al norte por el propio museo. El poder religioso, político, militar e intelectual conformó el nuevo escenario urbano. El Lustgarten, con proyecto de Schinkel y Peter Joseph Lenné, se convirtió en la conexión y el diálogo de estos poderes pero también en la interconexión de conceptos arquitectónicos opuestos: lo romántico y lo clásico, la expresión racional y la emocional, la ciudad y el jardín.2

Más tarde, Friedrich Wilhelm IV continuaría con el proyecto que su antecesor había iniciado. Es él el primero en hablar de la totalidad de la parte norte de la isla como un espacio dedicado al arte y la ciencia3. Aún cuando las primeras aproximaciones las realizó Schinkel, el encargado de consolidar las intenciones de FW IV en un plan urbanístico fue el arquitecto Friedrich August Stüler (1800-1865), su discípulo y amigo. De este plan sólo llegó a construirse el Neues Museum con su galería de conexión al Altes Museum, el edificio de la Alte Nationalgalerie y el Kolonnadenhof que configura la comunicación entre los museos pero también da forma al patio frente a la Alte Nationalgalerie. Los edificios que constituían los otros dos patios en forma de V con remate semicircular no fueron construidos.

La Alte Nationalgalerie (1867-1876) fue diseñada por Stüler y construida, a su muerte, por Heinrich Strack. Es un edificio proyectado con referencias clásicas. Una gran escalinata dobla sus dos brazos para flanquear el ingreso principal, sobre el que se yergue un monumento ecuestre dedicado a FW IV. En la parte superior de la escalinata está el pórtico, la antesala del edificio neoclásico en forma de templo romano elevado sobre un basamento estereotómico. En el lado opuesto, el edificio termina con una serie de salas en forma de ábside. Inicialmente el museo contaba con salones en sus dos plantas inferiores y un gran salón en la planta superior. Y aunque el edificio ha sido modificado en su interior para la adaptación de las distintas exposiciones, mantiene una composición similar a la de sus orígenes.

En la última planta, en el espacio central del edificio, se esconde una gran sala que puede pasar desapercibida por falta de tiempo o de difusión por parte del museo: la sala de Schinkel. En esta sala rectangular, con accesos laterales, duela de madera y un gran lucernario cenital se expone la obra pictórica de Schinkel, junto con un par de pinturas de otros artistas relacionados, como su homólogo de Múnich Leo Von Klenze.

Alte Nationalgalerie, F. August Stüler

La obra artística de Schinkel representa, principalmente, una mezcla de paisajes y arquitectura. A primera vista se puede contemplar en los paisajes la representación de la naturaleza como encuadre principal, que delimita la obra pero también la plasma como el escenario de la vida humana: ciudades envueltas en naturaleza abundante y esplendorosa, paisajes montañosos, cascadas, lagos y animales.

En Rock Arch (1818) la vista es desde el interior de una cueva. Al fondo, unas montañas anhelan tocarse y forman un risco. Apenas y se percibe arquitectura entre el paisaje. Una sutil presencia de animales, personas y una pequeña campana en una cueva figura como símbolo de la domesticación del lugar. Es fácil imaginar cómo la reverberación de sus tañidos manifiestan en todo el valle la presencia humana.

En Vista de un paisaje italiano (1818), Schinkel representa con una composición similar la naturaleza enmarcando la obra. En primer plano tres peregrinos caminan entre la vegetación. En segundo plano una cabalgata cruza un puente que se alza frente a una gran cascada y que tras el denso arbolado conduce hacia la ciudad o el castillo que se adivina tras la silueta de torres y cúpulas. Un gran lago y un par de montañas sirven como telón de fondo y envuelven, nuevamente, al ser humano y la arquitectura dentro de un entorno natural paradisiaco. Lo mismo sucede en Vista de Montblanc (1813), donde las cabañas, sus habitantes y algunos animales conviven en el majestuoso entorno natural de Los Alpes. En estas obras la naturaleza es la principal protagonista. Aquí se ve reflejada la serenidad y la ensoñación de una vida en el campo.

Schinkel - Rock Arch (1818)
Vista de un paisaje italiano (1817), K. F. Schinkel

Hay otras obras donde la arquitectura se alza con mayor énfasis y compone el elemento central de la obra. Como en Iglesia Gótica en una roca junto al mar (1815), Ciudad Medieval en un río (1815) y Catedral Gótica en el agua (1813). En las tres obras, un grupo de personas aparece en primer plano pero en estos casos la naturaleza acompaña como un envolvente a la arquitectura que se levanta con majestuosidad y absoluto detalle sobre el paisaje. Iglesias góticas sacadas de su entorno urbano común y colocadas en la cima de montañas como si fuesen castillos medievales. Las ciudades sirven como telón de fondo que termina de dar sentido a la existencia de los templos.

En esta sala también se puede encontrar una réplica de la obra Una mirada al florecimiento de Grecia (1815) que Schinkel pintó en 1825 y que fue destruida en los bombardeos de la II Guerra Mundial. Se expone una réplica de August Wilhelm Julius Ahlborn realizada en 1836. Aquí, Schinkel representó al hombre y la arquitectura como protagonistas. Un grupo de hombres construye con su propia fuerza un templo en una ciudad de Grecia mientras una procesión de soldados desciende por las escaleras que conducen a la ciudad. Algunos historiadores aseguran que en este cuadro se ve reflejado el programa de transformación de Prusia de un estado militar a un estado educativo. Tras la pérdida de poder militar en las guerras napoleónicas el Estado se esforzó por sustituir las fuerzas físicas por fuerzas espirituales4. Así, Schinkel hace una analogía de la construcción del Altes Museum que se convirtió en el símbolo del plan humanista: el templo del conocimiento y de los ideales artísticos y culturales.

Una mirada al florecimiento de Grecia (1825), K. F. Schinkel

Schinkel es uno los pocos arquitectos que han logrado desempeñarse prodigiosamente en la pintura y la arquitectura, como Miguel Ángel, Rafael Sanzio, Giorgio Vasari, Lorenzo Bernini, Francesco Borromini, Leo Von Klenze, Le Corbusier, Juan O´Gorman, Oscar Tusquets o Juan Navarro Baldeweg. Su faceta como arquitecto está muy presente, sin embargo, su trabajo artístico de pinturas y dibujos no goza del mismo protagonismo.

La obra pictórica de Schinkel nos hace pasear entre los mejores paisajes. Su combinación y contraste entre arquitectura y naturaleza, contemplación y trabajo, recogimiento e interacción, esplendor y ruina,  nos permite viajar con la imaginación a esos lugares y sumergirse entre la densa vegetación, ser uno de esos peregrinos que contempla desde la distancia el mundo que habita o que trabaja con sus propias manos para construirlo.

Pasear por Berlín es, casi inevitablemente, recorrer la Isla de los museos. Un lugar privilegiado para apreciar el arte pero también para apreciar la ciudad y el paso del tiempo que se hace tangible. La pintura, la arquitectura y la ciudad están entretejidos en una historia, en un proyecto cultural y artístico que sigue manifestándose en la ciudad. Berlín es una ciudad que conversa intensamente consigo misma, entre su pasado y su presente, contradiciéndose y complementándose a cada paso que da, a cada muro que reemplaza, a cada edificio que reconstruye.

1 Liselotte y Oswald Mathias Ungers, La ciudad humanista, AV. Monografías 1: Berlín IBA 87´ (I), Madrid, 1985.

2  Ídem.

3  “… eine Freistätte für Kunst und Wissenschaft”.

4 Peter-Klaus Schuster en Masterplan Museumsinsel Berlín 2000.

 Holtz, Bärbel, y Paul Kahl. “»… Eine Freistätte Für Kunst Und Wissenschaft« Erstedition Der Gründungsdokumente Der Berliner Museumsinsel.” Jahrbuch Der Berliner Museen, vol. 54, 2012, pp. 129–40. JSTOR, http://www.jstor.org/stable/43875614. Accessed 13 Jan. 2023.

Schinkel, K. Friedrich, Architektonischer Entwürfe.